Si por algo podemos diferenciar las enseñanzas tradicionales de la educación Montessori es por la personalización de la enseñanza, es decir, por cómo la enseñanza se adapta a tus intereses, cualidades o capacidades, que son diferentes a las del resto de alumnos. Pero esto es imposible de conseguir sin un trabajo de observación clínica sobre el alumno.
¿En qué consiste el trabajo de observación clínica?
En una educación Montessori no existe la figura del profesor como tal, sino de guías. El profesor transmite los conocimientos al alumno en un sistema vertical. El guía, en cambio, es el encargado de facilitar los conocimientos en el camino de aprendizaje que decide el propio alumno. En el método Montessori los alumnos aprenden de sus maestros y de sus alumnos pero el maestro también aprende de los alumnos.
Sin embargo, esto presenta ciertas dificultades. Algunas de ellas son las de conocer las inquietudes del alumno y cuál es su ritmo de aprendizaje o cualidades más desarrolladas, entre otros aspectos que intervienen en el proceso. Para eso existe el método de observación clínica en el que trabajan los maestros y guías Montessori.
La adaptación del entorno
La herramienta principal con la que trabaja el método Montessori es la adaptación del entorno en el que se desarrolla el alumno. En él, los alumnos pueden explorar y asimilar los conceptos a través de su experiencia, en lugar de almacenar datos en su memoria. Así es como también enseñamos a los alumnos Montessori a pensar por sí mismos.
El trabajo de observación clínica sirve en este contexto para tener datos del alumno con los que poder ofrecer un entorno adaptado a él.
Este concepto de enseñanza personalizada se puso a prueba en el desarrollo del método por parte de su creadora, María Montessori, con niños excluidos de la sociedad y demostró grandes resultados. Trasladando el método a una clase convencional los resultados son, en muchos casos, brillantes.
